arquitecturas domésticas.
La reflexión sobre la Vivienda Protegida supone aunar ingenio y autodisciplina para conciliar la acción de actores dispares y antagónicos, programa-función, normativa-ideación, entorno-imagen, técnica-presupuesto, promotor-…, un trabajo de prestidigitación donde el diablo de los números parece luchar por hacer desaparecer al actor principal, el habitante. Un individuo genérico a cuyos posibles gestos debe adaptarse una vivienda tipo, una casa lo suficientemente variable, como tejer un vestido ajustable que valga a cualquier individuo. Una vivienda diversificada en funciones y usos que se verá matizada por el quehacer doméstico para llegar a elevarse a la categoría de casa, un cuerpo de imágenes que dará al hombre razones o ilusiones de estabilidad.
Frente a todo esto la vida es movimiento, cambio acelerado en el interior de la unidad familiar, cambio en las maneras de vivir, cambio en las técnicas que dibujan nuestras actividades. Cada individuo y cada grupo está en algún momento de esos diversos y acelerados cambios. Todo ello produce una inmensa diversidad porque esos cambios nos afectan de manera diferente y evolucionan a velocidades diversas. Diversidad de grupos habitando juntos, diversidad de maneras de convivir… y frente a esa diversidad multiforme el mercado nos ofrece el invariable estar y tres dormitorios.
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