@ M1 Studio
En Toledo, debajo de la ciudad visible hay otras muchas ciudades. Durante más de dos mil años, desde el primitivo poblado carpetano a la contemporánea sociedad globalizada, el espacio de la ciudad ha sido el
depósito de las acciones humanas, del habitar. Toledo es el resultado de un proceso cultural antropogénico -inacabado-, en el que conviven la ciudad viva y sus otras ciudades fosilizadas, ambas en un continuo evolutivo. Unas veces perteneciendo al mismo orden, dentro de un mismo discurso constructivo y lógico; otras en contraposición a todo lo anterior, negando el pasado. Este es un hecho determinante para comprender la complejidad de la morfología urbana de Toledo y aceptar que se trata de un yacimiento arqueológico habitado, complejo y en la paradoja de continua transformación. Éste hecho singular va a subordinar siempre las acciones de conservación, protección y revalorización de los bienes patrimoniales que la ciudad aún oculta, visibles e invisibles.
Hoy conviven en el sótano de la vivienda de la Plaza de Amador de los Ríos el uso divulgativo y el doméstico, añadiendo una parte más de conocimiento al resto de intervenciones realizadas en este espacio de la ciudad que sin duda fue, como aún lo es, centro urbano, de otra ciudad olvidada en el tiempo, la ciudad clásica. La edilicia así transformada suma y descubre valores nuevos, es otra, que sin ser el pasado perdido nos recuerda de dónde venimos para así poder elegir mejor hacia dónde ir.
